Fresa


La primera vez que fui al dentista ya estaba grandecito. Tenía 23 años y cuatro malditas cordales que me hacía la vida miserable. Después de un año de soportar el dolor (los que han padecido este dolor saben que no es siempre, pues es incandescente, aparece de vez en cuando) y de hacerme a la idea de que tenía que pagar (como siempre) para no sufrir, decidí ir con el odontólogo.

¿Cuándo fue la última vez que fuiste al dentista?
… Esta es la primera vez…

¿qué (rie) bueno… y porque decidiste venir tan de repente?
Por las cordales…

Luego de una radiografía concluyó de que me tenía que quitar las muelas y que tenían que ser las cuatro de un solo golpe si no, no iba regresar por el resto. Me las quitó, recuerdo toda la operación pero eso lo contaré en otro momento.


La operación sigue aquí...


El sábado 15, es decir, ayer nos volvimos a ver. Es mi cuarta o quinta visita al dentista y en realidad, como que sabes que vas a sufrir en esa maldita silla, pero te negás. Sobre todo los sonidos, las sensaciones… el olor.
Para no hacerla cansada, empezaré desde que estaba en la silla.
Al momento que escuche esa fresa maldita, que cual taladro me torturaba, mis manos se adhirieron a la silla. Como todo un machito tenía los ojos abiertos, igual que la boca, me pondrían el primer relleno, al fin una carie había vencido mi mala higiene bucal. “vos tenés buenos dientes… pero igual hay que cuidarlos“ me dijo.

El olor a uña quemada… es decir a polvo de diente empezó a sentirse en mi nariz. La vibración de esa broquita miserable en mis dientes, recorrían todo mi cuerpo por culpa de esos nervios malditos… dan ganas de no tener dientes.
El doctor obligado a platicar con sus pacientes para distraerlos, se vio en la necesidad de hablarme de fútbol… fue como echarle más aceite al perol donde me estaban friendo… innecesario pero satisfactorio para quien cocina. El doctor en el acto más amable de esa mañana del sábado me hablaba que el boca no se quien y que la selección como siempre poniendo en alto el nombre de la nación etc.

Total… que el tiempo no pasa en vano y la relatividad de Einstein es tan cierta, que durante 15 minutos sentís que pasan horas de sufriemiento. El sonido del motor de la fresa es un repicar constante en cada nervio… el tener que enjaguarse y escupir ese polvito que supones ha de ser partes tuya y que se va por el desagüe… como muchas cosas más que salen de nosotros.

Y total que el dolor terminó… esa pistola de luz azul que cega cuando tenés que cerrar los ojos y no lo hacés, esa pasta maldita y punto, una sesión más y a la mierda. Hasta el 2011 si todo va bien.

Comentarios

Alexxx dijo…
yo tengo años de no ir al dentista; ese sonido del barreno es escalofriante, pero esa visita ya se acerca cada dia mas porque ya me duelen de vez en cuando unas muelas.
Abril dijo…
Ah con esa tu relato se me pusieron los nervios de punta.

Lo que me pregunto es como los dentistas incisten en platicar con vos, mientras tenes un monton de aparatos metidos en la boca?¿

Talvez para hacer el momento agradable. Mi dentista tiene una personalidad extraña (creo que por eso es mi dentista) no me habla, y yo me siento mejor.
Alfredo Vicente dijo…
puta, sólo de leerlo me dolió.

Y también me recordaste que hace casi una década que no voy a visitar a este cuate, el odontólogo. La útlima vez me quitaron dos muelas.

Saludos
el VERDE !!! dijo…
los dentistas, los putos gusanos y las alturas son mis talones de aquiles...

puta!!! lo peor que me podría pasar sería una clínica de dentista con piso transparente en el último nivel de un rascacielos y q a la vez tenga plantas llenas de gusanos...

La imagen q tengo de los dentistas es como el de ese loco del musical de La tiendita de los horrores...
Prado dijo…
yo voy para un año con las cordales. y es periódico esto. cuando me pasa pienso en el pisto, cuando no también.
los dientes de abajo se me empezaron a torcer.
me gusta
me da un toque de ciudadano inglés.
adeus.

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