El círculo de los cobardes

-Deslealtad o inconformismo crónico-

Mi cobardía tiene muchos rostros. Se sirve de mis frustraciones y traumas. Ahora me toca comerme mis palabras, había olvidado ese sabor en mi boca. Mis problemas y yo somos hijos de la misma frustración, pero cuando tomo decisiones sé que lo hago. Solo debo aceptarlo.
Mi problema se llama duda. No sé como entró en mi cabeza. En poco tiempo se adueñó de mi, me cautivó. En medio de mis pensamientos, en el trabajo, en la calle. Salta entre mis líneas cuando escribo, cuando leo.
Esta es una carta que nos escribo a los dos. Te estoy diciendo como me siento, como me veo. Como puede pretender respetarme si me miento. He caído en un circulo perpetuo de deslealtad. Esto apareció en mis manos o quizás lo busqué. No sé responder a eso a mi yo doblemente desleal y cobarde.
La duda me ha hecho ayunar, quemarme el estomago; me siento traicionado por mi, la persona que más daño puede hacerme soy yo, siempre lo logro de las peores formas.
Las cosas a la fuerza no deben de continuar y por eso he decidido seguir adelante. He pasado tres grandiosos años de mi vida, pero debo continuar, lo voy hacer porque no me quiero mentir ni a mi ni a nadie. La mentira solo causará más dolor y pena. Seré un cobarde, pero no un mentiroso.
Acá el fin...
Siempre he aceptado a regañadientes o desconsolado, sarcástico o triste el resultado de mis decisiones. El tiempo ha ido haciéndome más aburrido y más contemplativo y no me causa pesar, me gusta, pero te estaba arrastrando. Quiero que sepás que todos los sufrimientos y alegrías que vivimos están ahí en el recuerdo que seguramente durará mucho tiempo.

Lo cierto es que dejé de tener sueños, la vida perdió para mi esa circunstancia. He dejado de jugar con mi futuro y mi presente. La vida contemplativa y el asombro lo había perdido por este maravilloso sueño que compartimos. Me presento tal cual, y te digo que a partir de ahora, te iba a ofrecer lo que todos ofrecen una relación común y corriente y vos merecés más, pero la verdad es que dejé de ver y palpar lo nuestro.
Con vos nunca tuve disfraces, perdí todas mis máscaras pero hubo una que ahora veo que nunca dejé y fue la de la lógica y la razón.

Prefiero enterrar esta relación para perpetuarla en el recuerdo y que viva en una sana nostalgia, en lugar de un fin trágico no merecido e injusto.

La búsqueda de la soledad ha vuelto a mi. No sé cuanto dure, si horas, una semana, un mes o los años que duró antes de volverte a encontrar. Sí, diste todo y lo perdiste, pero no era mi intención. Pero mis buenas intenciones me sobrepasan, y como todas, adornan el camino del infierno. Lo siento, es así, recordá que siempre fui honesto. Esa franqueza nunca me ha conseguido nada, pero me ha enseñado que la mentira paga peor. Quizás este acto de contrición no valga de nada pero he decidido hacerlo. Huyo de ser un mártir, no tengo vocación, pero sí de solitario. No puedo negarme a mi mismo. Que quiero que comprendás lo que dijo Lizano, que hay víctimas pero no culpables, y yo seguiré mi búsquedas.

Lo que he aprendido en estos tres años es que lo único que tenemos es la palabra y la honestidad y empiezo siéndolo conmigo mismo. No quiero prometerte falsos paraísos, no quiero mentirte, por ello debo continuar. Adiós.

Soy (Borges)

Soy el que sabe que no es menos vano

que el vano observador que en el espejo

de silencio y cristal sigue el reflejo

o el cuerpo (da lo mismo) del hermano.

Soy, tácitos amigos, el que sabe

que no hay otra venganza que el olvido

ni otro perdón. Un dios ha concedido

al odio humano esta curiosa llave.

Soy el que pese a tan ilustres modos

de errar, no ha descifrado el laberinto

singular y plural, arduo y distinto,

del tiempo, que es uno y es de todos.

Soy el que es nadie, el que no fue una espada

en la guerra. Soy eco, olvido, nada.