Santa muerte.
Este texto es largo.
Quería esperarme para publicar este post. Quería que llegara su aniversario. Pero no me aguanté. Les planteará la situación. Desde niño en mi familia nos acostumbraron a la muerte a mis hermanos y a mi. Mi hermano menor y yo teníamos seis y cinco años cuando fuimos al velorio de mi abuelo. Fue en funerales Los Almendros. Aún existe, está ahí en la doce avenida de la zona 1. Íbamos vestidos como niños, es decir pantalonetas, playeras y un juguete no me acuerdo cual. Al entrar a lugar todos estaban de negro y llorando y otros riendo. Ha sido de los momentos en los que más miedo he tenido. Mi abuela estaba en un mar de lágrimas, era agosto creo, mi abuelo había muerto y todos estaban desconsolados. Ver a mi abuela llorar me impactó, no entendía que pasaba.
Nos dijo, “acérquense al féretro, va ser la última vez que vean a su abuelo”. Me acerqué. Ahí estaba, como dormido, mi abuelo, el anciano con el que nos perdíamos en la ciudad (empezaba a ser senil) , el mismo que nos llevó a conocer la capital, había muerto, con él visitamos, las clínicas del IGSS, el Banco de Guatemala yesos lugares a donde van los ancianos. Nunca nos dejó ir a Fegua (él era maquinista) decía que éramos muy pequeños, mi hermano mayo dice que él si fue, y que mi abuelo lo dejaba tocar el silbato del tren. Maldito como lo odio ja ja ja. Ese invierno de 1989 fue extraño, vi por última vez a mi abuelo, tenía algodones en la nariz. Una cruz en la mano izquierda (antes de morir decía que lo enterraran con una piedra grande por si despertaba). No lo olvidaré. Ahora unos años después es de las cosas que no les recriminó a mis padres. Me alegra recordar que lo vi, y que nos tomaron en serio, nos trataron como personas no como niños. La muerte es, por tanto hay que aceptarla, es lo único seguro en la vida.
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A los diez años, la tía Juana estaba muriendo. Era una viejita jodida, hermana de mi abuela, nos odiaba. Nunca entendí por qué no nos quería. No íbamos a su casa y cuando lo hacíamos no chingábamos. Nos estabamos quietos, puros perros amaestrados.
Total, que resultó con cáncer, estaba muriendo. Mi abuela no podía ir a visitarla, no recuerdo porqué. Mi mamá me pidió que la acompañara. Llegamos, la señora estaba muy mal, tenía un color mostaza. Vio a mi mamá y le dijo, ”Solo a usted la estaba esperando” mi mamá se acercó. La abrazó, mi mamá me pidió que saliera del cuarto pero no lo hice. Cuando mi mamá la abrazó, la señora cerro los ojos. Exhaló. Fue un evento extraño, se sentía paz, sentí como si algo hubiera estallado, algo invisible, es como una onda. Es algo que no se puede describir muy bien, y que no podrás entender hasta vivirlo. La señora espero a que la esposa de su sobrino la vistara, para poder morir en paz. Eso fue en 1992 ó 1993.
Pasó el tiempo. Acaba de salir del Reclusorio (Instituto San Ignacio), era 1999 y un estudiante de una generación inferior había muerto. Charles Antony Flores Hoffens, dejó de existir. Nunca supe bien de que murió, sólo sé que un carro lo atropelló en Los Próceres, nunca supe el motivo. Muchos mitos. Que por la novia, que iba bolo, no sé que más. Aquél en realidad no era mi gran cuate. Solo tratamos de formar una banda, él iba tocar la batería. Nunca nos juntamos, ni una canción escribimos, que el guitarrista no podía o cosas así. Hicieron una misa para recordarlo unos días después de su muerte. Alguna gente de mi promoción fue, nos íbamos en la misma ruta de bus. Era el bus 2 del Javier. La misa fue en el gimnasio.
Al llegar el ambiente era tenso, tenso. Sus cuates si estaban en la mierda. Eran unas plañideras totales, y como no, se les había muerto un gran cuate. Me dieron una carta, que la leyera me dijo el Pinky (Leonel López Villeda). Aun guardo en mi billetera la esquela en donde me enteré que había muerto. No recuerdo que decía la carta, tampoco el momento. Solo el olor que deja la muerte, es como un olor a sal, eso fue en mayo.
En 2005 murió mi madrina. Aunque la quería, no la veía mucho. En mi infancia fue la que mejor regalos me dio. Los compraba con mi padrino cuando ella lo visitaba en Chicago. Un auto que se le hinchaban las llantas para sobrepasar obstáculos, un set de carritos Tonka, y un Tonka de metal, grande, como los que ya no venden. No los jugué mucho. Eran los únicos juguetes buenos y caqueros que tenía, no los quería arruinar. Aún los tengo. Sin embargo, no fui a su entierro, le dije a mi padrino que no podía, para que se hagan una idea es como Sam bigotes, solo que sin pístolas (supongo) y el bigote es negro, misma estatura, mismo peinado. Lo que si recuerdo bien, es que como todos los velorios en mi familia, fue uno alegre. Por momentos se llora y por otros se ríe mucho. Conocí a un montó de primos, tios, tias. Todos recordando los mejores tiempos, cuando en Guatemala todo iba bien y nosotros, lo jóvenes escuchando.
Lo mejor para el final, en septiembre de 1999, mi abuela estaba en las últimas. Tenía 91 años, un derrame cerebral la había destrozado. El lado derecho era inútil, desde hacía cuatro años. El día que le dio el derrame, estábamos mis dos hermanos menores y yo. En esa época no había celulares, mi mamá había salido, no sabía que hacer, busque a una enfermera vecina, que ya murió por cierto y ella dijo que no tenía sentido llamar a la ambulancia, que lo malo ya había pasado, lo peor estaba por venir. Llamé a mi Tia Antonieta y llegó solo ha hacer un escándalo y a reclamarle a mi mamá que porque no estaba en la casa cuidándola, pero esa es otra historia.
Una semana antes de su muerte, mi abuela perdió el conocimiento no hablaba, solo nos miraba con unos ojos profundos, tensos, creo que se sentía humillada, después de ser una mujer que se las pudo, que ayudó a mucha gente y que mantuvo a los hijos de sus hermanas y más, estaba ahí postrada. Sin hablar.
Me tocó hacer un viaje a la aldea de Quetzaltenango, me acerqué a ella, la abracé. Algo me decía que lo hiciera, me quedé un momento. No le hablé, supongo que no tenía sentido, solo me despedí. Al día siguiente mi abuela murió en su cama y en paz como ella había pedido. Me costó mucho llegar a la ciudad, el clima estaba en la mierda y yo no estaba manejado y como me llevaban no podía presionar el acelerador.
Finalmente llegué a capillas señoriales, yo estaba tranquilo, muy tranquilo. Me acerqué al féretro y la vi. Al verla me enojé, estaba rabioso. La gente que me rodea dice que me conoce que soy enojado. No saben nada. En ese instante estaban fúrico, cada parte de mi estaba anegada de ira. A las pendejas de mis tías, a la tía Blanca y a la tía Antonieta se les ocurrió que después de 40 años de no maquillarse, cosa que mi abuela odiaba, era buena idea enterrarla maquillada. Brillantes las dos. Y no solo eso, también se les ocurrió quitarle la placa (mi abuela nao tenía dientes) se imaginaran, que la persona que estaba en el féretro no era mi abuela, no al menos, como yo la recordaba y con la que había vivido. Par de estúpidas. Me acerqué a mi mamá y le dije lo más calmado posible. Y ella me respondió “fueron tus tías”, mi mamá, que había cuidado a su suegra en los últimos años de su vida no tuvo el derecho ni siquiera de vestir a su difunta.
Me senté en un sofá y me dormí. Al día siguiente vino el sepelio. Fue en los Cipreses, el cementerio que esta cerca de mi casa. Estaba tranquilo. Recuerdo que usaron una plataforma para elevar el féretro, pues el nicho está en alto. Al momento en el que empezaron a meter los restos al nicho, exploté. Mares y mares de lágrimas, era un llanto desconsolador. Mi hermanita me vio, salió corriendo me abrazó y se puso a llorar conmigo.
En este momento hice una pausa. Salí a fumar, comí y luego volvía a fumar. Estas cosas no las puedo escribir de un solo.
Regresando al relato, Mi hermana y yo éramos las plañideras más desgarradoras del lugar “que lloren, que lloren todo lo que quieran que de llorar nadie se a muerto” hubiera dicho de estar presente mi abuela. Estaba lloviendo, cual película. Cada ladrillo que el albañil ponía era un hasta nunca. Una parte de mi murió en ese lugar, era otra ocasión en la que me sentía vació, solo, había bastante gente, pero me sentía en un lugar desolado. Lloré como nunca lo había hecho. No volví a ser el mismo. Al momento de las palabras, mi papá le agradeció a mi mamá por cuidar a mi abuela. La tía Blanca, la que vive en Xela, también dijo que estaba muy agradecida con mi mamá, por haber cuidado a su madre. Mi tia Antonieta no dijo nada. Ella sólo sabe chingar y juzgar a los demás, era de las que decía que a mi me gustaba salir con mi abuela porque me gastaba su cheque del IGSS, que yo me gastaba su salario. Claro, eran las gomitas más caras que se encontraban en las tiendas, por esas putas gomitas y un tucán cerote de peluche que me compró (que costó Q20), me gasté todas las pensiones de mi abuela. Fue un asalto a mano armada, “¡Me compra las gomitas o la vida!, ja ja ja ¡Ha malditos nietos interesados, sólo por interés están con uno! La última vez que vi el tucán estaba enmohecido por la humedad y recordé los miles de quetzales que costo, ¡a gente más mierda con la que a uno le toca estar emparentado!
Mi abuela siempre nos aconsejó que la muerta era segura y que nunca lo olvidáramos. Yo le decía, que cuando fuera grande le iba comprar todo lo que quisiera, se reía y me decía que eso no podía ser así. “Cuando tenga 25 años o 30 ya voy a ser un profesional, voy a vivir en mi casa y le voy a comprar todo lo que usted quiera abuela (odiaba que le dijeran abuelita) oyó”. Me respondía “¿Cuando tengás 25 años?”, y se rió. “MCuando va hacer eso?”, después de hacer una elaborada suma, resta etc. Logré decirle, en el 2008. “En el 2008, jajaja ese año yo ya estaré hecha polvo. Imaginate tendré 100 años. Huy no que vergüenza, tener tantos años.
Supongo que sí, tenía razón, ha de estar hecha polvo. Cuando empecé ha escribir esto no pensé que fuera a ser tan difícil. Pero tengo que terminar. Y entonces, resulta que las cosas a veces parece que no tienen sentido. Efectivamente, mi abuela cumpliría 100 años el 19 de octubre. Nació en 1908 y sus historias eran las mejores (como las de todas las abuelas). Aveces recuerdo lo que yo le decía, era un niño pendejo, como lo fui en la adolescencia, en la universidad y aún ahora.. pero solo por momentos. De nada sirve vivir en el pasado, es un mal que nos carcome por dentro. Nos vacía. Aunque yo he empezado a olvidar sus rostros y me aterra, me siento un maldito, es algo injusto.
Mi intención al escribir esto es para que lo lea Regina, mi novia. Si llegó a este punto es porque creo que con esto que acabo de exponer tengo cierto conocimiento de lo que es la muerte. Llorar a nuestros muertos es lo más sano que se puede haber. Es un instante inevitable, consecuente a la vida de todos los seres humanos. No solo nuestros cuerpos, nuestras almas o lo que somos, va muriendo con el pasar de los años. Espero no se ofenda Regina, pero con la situación que usted está viviendo con su abuelo, espero que no se niega a esa verdad ineludible. Todos morimos. Llore lo que tenga que llorar, pero no se detenga.
Lo único que le puedo decir además de esto es que los ancianos no son estúpidos. Él señor ese, sabe que se va a morir. No le niegue el derecho de saberlo, cualquier persona, por muy maldita que sea se merece saberlo. Uno de los peores males de la humanidad es morir engañados. Que no hagan eso con su abuelo, es una actitud cobarde y egoista, sé que usted no tiene nada que ver con ello. Pero eso es lo que pienso. Yo creo que con la muerte se termina todo, hasta que yo me demuestre lo contrario. Por tanto es injusto lo que hacen con su abuelo. Yo a usted la quiero, y a pesar de mis errores espero que me escuche, creo que esta vez, tengo la razón.
Espero que usted sea fuerte y siga adelante. Ahora que está viviendo sola, sepa que lo único seguro que tenemos es la muerte, no podemos correr de ella, pero si disfrutar de lo que tenemos, vivir el momento, viendo al futuro sin olvidar el pasado, más no viviendo en él. Su abuelo va morir. Dígale lo que tenga que decirle y siga adelante. La muerte no se detendrá por que nosotros queremos. En fin, la muerte es.
Para mis muertos.
(…)
What is this thing that builds our dreams yet slips away
From us
Who wants to live forever....?
Theres no chance for us
Its all decided for us
This world has only one sweet moment set aside for us
(…)
Who wants to live forever?
Who dares to love forever?
When love must die
(…)
And we can have forever
And we can love forever
Forever is our today
Who wants to live forever?
Forever is our today
Who waits forever anyway?
Queen
Who lives forever anyway?
Yo.
Comentarios
Estoy muy de acuerdo con tu consejo al final. Muy humano.
Yo te confieso, le tengo pánico. Yo no quiero morirme fijate... pero ni modo, no es mi decisión finalmente.