Basado en hechos reales
“Mi madre siempre ha sabido de armas. Mi abuelo fue militar y eventualmente ella tuvo contacto con cierto armamento, incluso dice que de joven su padre las llevaba a un polígono para que practicara tiro. Pero de eso ya más de 40 años.
Hace unos días, asaltaron la camioneta en la que iba. La 40 recorría la sexta avenida en la zona 4 cuando cinco ladrones subieron al bus lleno de gente. Mi madre que iba hasta adelante perdió el sentido común. O al menos así lo defino. Dice que uno de los ladrones le puso el cañón del arma en el pecho. Una miniuzi sin seguro lista para ser utilizada. Ella entregó su bolsa diciendo tengo hijos pequeños no me mate. El ladrón le respondió, no queremos bolsas, solo dinero y celulares.
Supongo que entró en shock pues al parecer se fue diciendo hasta llegar a su oficina tengo hijos pequeños, tengo hijos pequeños, cuando su hija más pequeña cumplirá este año 20. Dos horas después recibo la llamada en donde me cuenta la historia.
Es de temer en realidad. Uno conoce a su gente y sabe que cosas son capaces de resistir. Mi madre, como la gran mayoría de madres en el mundo es fuerte. De verdad, desde un punto externo, veo los eventos que le ha tocado vivir creo que en cuestiones de sustos ella ya pagó hace un buen tiempo lo que le tocaba. Pero quien soy yo para cuestionar a la vida. No le voy a echar la culpa a la seguridad del país, a los políticos o a Dios o cualquier otra excusa que justifique el asalto. Sin embargo creo que nada es suficiente, no en el hombre, creo que en la naturaleza misma del universo. Nada es suficiente.
Por el teléfono me la imaginaba contando la historia resignada, seguramente pensado si le descontarían el día por llegar tarde. Yo del otro lado, escuchándola pues no puedo hacer más, sintiéndome mal, aliviado, triste y en las múltiples formas en 1a que la historia podría haber terminado y encima, preguntándome en las cosa que tenía pendiente en el trabajo. Me di cuenta que no tenemos tiempo ni para escucharnos”.
Hace unos días, asaltaron la camioneta en la que iba. La 40 recorría la sexta avenida en la zona 4 cuando cinco ladrones subieron al bus lleno de gente. Mi madre que iba hasta adelante perdió el sentido común. O al menos así lo defino. Dice que uno de los ladrones le puso el cañón del arma en el pecho. Una miniuzi sin seguro lista para ser utilizada. Ella entregó su bolsa diciendo tengo hijos pequeños no me mate. El ladrón le respondió, no queremos bolsas, solo dinero y celulares.
Supongo que entró en shock pues al parecer se fue diciendo hasta llegar a su oficina tengo hijos pequeños, tengo hijos pequeños, cuando su hija más pequeña cumplirá este año 20. Dos horas después recibo la llamada en donde me cuenta la historia.
Es de temer en realidad. Uno conoce a su gente y sabe que cosas son capaces de resistir. Mi madre, como la gran mayoría de madres en el mundo es fuerte. De verdad, desde un punto externo, veo los eventos que le ha tocado vivir creo que en cuestiones de sustos ella ya pagó hace un buen tiempo lo que le tocaba. Pero quien soy yo para cuestionar a la vida. No le voy a echar la culpa a la seguridad del país, a los políticos o a Dios o cualquier otra excusa que justifique el asalto. Sin embargo creo que nada es suficiente, no en el hombre, creo que en la naturaleza misma del universo. Nada es suficiente.
Por el teléfono me la imaginaba contando la historia resignada, seguramente pensado si le descontarían el día por llegar tarde. Yo del otro lado, escuchándola pues no puedo hacer más, sintiéndome mal, aliviado, triste y en las múltiples formas en 1a que la historia podría haber terminado y encima, preguntándome en las cosa que tenía pendiente en el trabajo. Me di cuenta que no tenemos tiempo ni para escucharnos”.
Comentarios