La Reformita (si la vas a cagar hacelo lejos de tu casa)


Octubre de 1999. Estaba en un colegio de mierda y en mi vida no me estaba yendo muy bien. Mi primer colgazón, G L, me había visto la cara por un enano mierda que le regaló un peluchote de Piollin, un animal cerote de la Warner que ella adoraba. En el colegio no aprendía nada, solo tenía amigas, acababa de tener un conato de relación sexual con K en la que no me fue muy bien y bueno fueron varios factores para no estar muy feliz.
Por ello ese año viví dos historias que me parecen muy chistosas y ambas sucedieron en La Reformita, sí, en la zona 12. Si algo aprendí en mi época de adolescente fue ”si vas hacer alguna cagada hacela lejos de tu casa” y sobre todo “Siempre hay alguien la ha cagado peor que uno“.
Acá termina la primera historia...
No voy alargar el cuento pero es difícil. Nos juntamos Pinky, Balta y yo en la tienda que Tenía Balta en la 5a calle, atrás del Palacio de la zona 1 a la par de un restaurante chino. Bebimos lo normal para esa edad, pero se nos acabó lo permitido. Balta estaba muy ebrio y no podía dejar la tienda que él solo administraba, su papá le había advertido que si se volvía a capear del trabajo lo deshuevaba y que dejara las cervezas en paz porque las tenía contadas “mi papá solo pajas es muchá –nos decia-“.
El Pinky me dice “Puta vos, yo tengo una cuata en la Reformita, ella siempre tiene guaro“. Subimos a la 4ª avenida abordamos un bus 45 y rumbo a la Aguilar Batres.
A la altura del trébol, Pinky saca una churro de mota:

“Aaaaa, mirá vos, acá andaba esta mierda, fumemos un poco“.

Y luego es lo que no recuerdo muy bien. Por lo que me salto hasta estar en la casa de Gaby. Yo tenía el pantalón roto de la rodilla, estaba en una sala muy pequeña con un vaso de indita y un limón en la otra mano. Pinky estaba llorando y Gaby lo abrazaba con unos ojos de amor, que él aun niega. Y le decía “ya chiquito no llorés. Así somos las mujeres no te enamorés de nosotras“.
Minutos después entra la mamá de Gaby. Como entenderán por asociación pensé que la señora actuaría como mi madre lo haría al ver a dos extraños ebrios y sucios bebiendo en la sala de su casa con su única hija y un tufo a guaca. Simplemente estuve a un pedo de cagarme del susto.

“¡Hola Leonel como estás!, ¿¡Hola! como te llamás? Yo soy Ana María, la Mamá de Gaby“. Simplemente enmudecí. Ese asombro que cual témpano nos recorre la espalda se apropió de mí, “Mucho gusto señora, yo soy Arana“ alcancé a balbucear preguntándome quién putas era Leonel. En efecto recordé que Pinky, es decir López, quizás se llamara Leonel.

“¿Mija qué les diste, haber?“ me quitó el vaso lo olió y volteo ha ver a Gaby “Indita les diste… ala mija como les da esa mierda, como si sólo eso hubiera en la casa”… De verdad que eso dijo. Si me vieran la cara mientras escribo esto.

“Mija traé la botella de ron que tengo en el closet“ para ese entonces Pinky había calmado el llanto y yo regresaba de mi sorpresa y recuperaba el color.

“Gabriel me dijiste que te llamabas vaa. ¿Cómo querés tu trago, con pepsi o con seven?“

-aclaré mi garganta- Con seven, con pepsi muy dulce…

“verda que sí. A mi tampoco me gusta con Pepsi. ¿Y cuantos años tenés?

15 años

“Estás muy joven para estar tomando. ¿Tu mamá sabe donde estás?, mira que ya son las cinco y media”.

“¡Cinco y media! Puta que tarde es. Me tengo que ir“.

“Hay no mijo es muy tarde. Quedate acá en la casa. Leonel a veces se queda cuando le entra la noche. Además vas muy bolo“.

“No señora, en el camino se me quita. Nos vemos“. Terminé el trago recién servido, me despedí lo más cortés y salí por la puerta. Vi a mi alrededor y no reconocí en primera en donde estaba. Sin embargo siempre he sido bueno para ubicarme, no me pierdo con facilidad. Reconocí la Petapa, un banco y en mi bolsillo, el dinero para la camioneta. Pegué el regresón para la Aguilar Batres. Tomé la 45 de nuevo, bajé por la 24 calle hacía el centro comercial de la zona 4. Abordé una bus Terminal+Jardines, zona 5 y a mi casa. Era de noche cuando llegué. Resignado a una puteada, la época de los golpes había pasado.
Llegué a la puerta. Como es costumbre las puertas abiertas en mi casa. Entré en silencio, mis papás estaban alegando preguntándoles a mis hermanos si sabían de mi paradero. Yo en silencio seguí hasta mi cuarto, me desvestí lo más rápido y me metí a la cama. Mis papás como siempre siguieron alegando. Supe de ellos hasta el siguiente día. Su interrogatorio de siempre ¿Dónde estabas?, les respondí con un mentira, total no me iban a creer. (La otra cagada... continuará)

Comentarios

Allan Martínez dijo…
Las gabyaventuras... Me dejaste picado cabrón.... Buena mierda.
el VERDE !!! dijo…
más surreal q el mismo Dalí... puta mano q historias !!
Unknown dijo…
Jejeje me gusto tu relato seguro tiene un desenlace inesperado, hay no los chavitos!!!
Anónimo dijo…
Esas son las anécdotas que a mí me gustaría contar.
Apurate con la segunda parte, dejaste picado con el desenlace.

Saludos.
Vos qué buena babosada. La de Gaby ha de ser la mamá más de ahuevo de Guatemala. Procuraré ser ese tipo de padre.
Anónimo dijo…
como dijeron por ahi , me dejaste picado man ke buena historia, si no haces lo posible por continuar , date por alcanzado de la maldicion china
Qué chingás vos, si vas a contar las mierdas contalas bien jajaja...

abrazo papito, ya vio las cosas que pasan en la reformita, ya haremos la saga zona 12

oralsex
Prado dijo…
la reformita es otro universo. y las mamàs que dejan ser a los borrachos, dios las bendiga y les de muchas hijas, todas bien galanas. me llegó que aunque borracho no perdès el estilacho "abordamos el bus" yo digo me montè a la camioneta. Salve!!

Entradas populares